Encima del colchón hay sueros de todos los tipos y sabores: salino, glucosado, Plasmalyte, Gelafundina, etc. Y, a su lado, material de curas: vendas, gasas, Betadine, tensiómetro… pero esto sale mejor en otra foto. Al fondo, encima de la ventanilla que comunica con la cabina, está el panel que controla las luces del habitáculo.
A la derecha de esto hay un tablero espinal (porque, si la columna vertebral está jodida, el blando colchón de la camilla no es la mejor opción) y una camilla de cuchara, que es como un tablero pero se abre por el medio, para recoger al paciente del suelo moviéndolo lo menos posible. Como curiosidad, son de plástico para poder hacer radiografías sin necesidad de retirarlas.
A su lado, unas mochilas «de ataque», con material de primera intervención. Y por último, una silla plegable para evacuar al enfermo desde un edificio, porque la camilla no cabe en el ascensor.
Un poco más de detalle: ¿qué hay en esas mochilas? Resumidamente, el material que te puede hacer falta cuando te bajas de la ambulancia y entras en el domicilio o el parque a atender al accidentado (aquí en versión militar):
En estas mochilas tienes herramientas para ventilar al paciente (tu prioridad, antes que hacerle cualquier otra perrería): un Ambú, que es la marca de una bolsa autoexpandible para insuflarle aire en los pulmones, con un reservorio (la bolsa negra fláccida en un extremo) que permite aumentar la concentración de oxígeno, y una mascarilla para que no fugue nada de aire cuando se lo metas a presión. Si el paciente está realmente mal, posiblemente necesites meterle un tubo en la tráquea ayudándote con un laringoscopio que aparte la lengua e ilumine la entrada a la laringe: con esto asegurarás que a los pulmones va todo el aire que le das… y sólo el aire, nada de vómito. Pero esperemos que el paciente esté consciente y respirando por sí solo: entonces basta con que pongas una mascarilla conectada a la bala de oxígeno, y listo.
De las gasas y vendas, creo que no hay nada que comentar. Y de los catéteres, parecido: tubitos de plástico que se meten en la vena y por los que pasas fluidos según convenga.
En estas mochilas tienes herramientas para ventilar al paciente (tu prioridad, antes que hacerle cualquier otra perrería): un Ambú, que es la marca de una bolsa autoexpandible para insuflarle aire en los pulmones, con un reservorio (la bolsa negra fláccida en un extremo) que permite aumentar la concentración de oxígeno, y una mascarilla para que no fugue nada de aire cuando se lo metas a presión. Si el paciente está realmente mal, posiblemente necesites meterle un tubo en la tráquea ayudándote con un laringoscopio que aparte la lengua e ilumine la entrada a la laringe: con esto asegurarás que a los pulmones va todo el aire que le das… y sólo el aire, nada de vómito. Pero esperemos que el paciente esté consciente y respirando por sí solo: entonces basta con que pongas una mascarilla conectada a la bala de oxígeno, y listo.
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